...o cómo convertir una peli de culto en una mierda en sólo 15 minutos.
A ver, sonreíd al pajarito... |
En 1968 George A. Romero dirigió, con un presupuesto de 114.000 dólares (que puede parecer mucho, pero que daba justito para alquilar una granja, contratar a un puñado de actores y maquillar a todos sus amigos de zombies), una película de terror sin demasiadas pretensiones que, mira tú por dónde, acabó convirtiéndose en un referente indispensable del género de terror y, ya de paso, sembrando la semilla de un subgénero que, no sólo aguanta hasta día de hoy, sino que se encuentra en uno de sus mejores momentos y al que el propio romero ha contribuido con seis películas (y hay una séptima en preparación), de las cuales cuatro forman parte del mismo universo y dos suponen una especie de reboot adaptado a los tiempos de internet;
Lamentablemente, Romero no plantó esta primera semilla él solo, sino que contó con la ayuda de su compañero en The Latent Image John A. Russo, que co-escribió (o por lo menos co-firmó) el guión con él.
Al igual que romero, Russo venía del mundo de la publicidad, pero así como el primero se convirtió en un director de culto, el segundo ni siquiera tiene página propia en la Wikipedia (y ya sabéis que si no sales en la Wikipedia no eres nadie). Su filmografía posterior, de hecho, está consta de 11 títulos formados en su mayor parte (y con la excepción de las dos partes de Midnight y de algo llamado Santa Claws con una pinta tan chunga que no puedo esperar a ponerle las manos encima) por lo que parece la versión de género fantástico del cine español del destape (The Booby Hatch, Scream Queens Swimsuit Sensations y Scream Queens' Naked Christmas), además de por todo lo que ha podido sacarse de la manga para explotar el filón de La Noche de los Muertos Vivientes.
Un científico loco rapta tías buenas para experimentos... ¿Russo u Ozores? |
Pero la peli que nos ocupa quizá sea el mayor alarde nunca visto en el campo de cómo sacar todavía más dinero del mismo saco sin rompernos demasiado los cuernos. 30 años después del estreno de La Noche de los Muertos Vivientes, y sin contar para nada con la opinión ni la colaboración de Romero, John A. Russo produjo la edición 30 aniversario de esta para el mercado directo en DVD. Se anuncia como una versión remasterizada (cosa que, viéndola, asumo que hicieron con el Paint) y con 15 minutos de escenas añadidas.
Russo no se molestó en hacer un remake, ni siquiera en colorearla, solamente cogió la peli de Romero del 68 y le añadió unas cuantas escenas rodadas deprisa y corriendo.
A consecuencia de este titánico esfuerzo (y aunque le otorga a Romero el crédito de la edición original) Russo se presenta en los títulos de crédito como guionista y director de la versión 30 aniversario, sin importar que el noventa por ciento del metraje no le corresponda.
La peli es básicamente la misma, y tampoco voy a entrar mucho en ella porque a estas alturas poca gente quedará ya que no la haya visto. Muertos que se levantan de sus tumbas, canguelo constante, malos actores (desde humanos que sobreactúan a zombies que, más que tambalearse parece que hagan excursionismo) y casquería a raudales. Una muy buena película de terror a la que le perdonas los defectos, ya que sólo la cargan de encanto, y con un final que sigue siendo de los mejores de la historia del cine (no sólo de género).
Aquí lo que tiene chicha son las escenas añadidas por Russo. La peli, de hecho, empieza con una de ellas que presenta a dos rednecks (con sombrero de cowboy y todo) cargando un ataúd en una furgoneta en el exterior de una prisión. De la conversación que tienen con el guardia y entre ellos, se entiende que el cadáver pertenece a un tipo que había asesinado a una niña del pueblo y que los padres de esta les habían pagado para llevarlo al cementerio y enterrarlo. El viaje en camioneta, que nos hacen tragar prácticamente íntegro, lo pasan hablando de una tal Rosie que trabaja de camarera en una cafetería del pueblo, todo ello sólo para ponernos después a la tal Rosie como zombie (así de relleno, entre un montón más) y, no sé, que nos haga gracia o que pensemos que es muy listo...
Cuando llegan al cementerio se reúnen con los padres de la niña y el reverendo Hicks, interpretado (aunque decir eso es un insulto para cualquiera que haya interpretado algo en su vida, incluyendo a los protagonistas de Hotel Glam) por el autor de la banda sonora de esta versión, Scott Vladimir Licina. Entre todos, sueltan una diatriba religiosa completamente innecesaria que parece querer enfocar el origen de los zombies (de los que todavía no ha salido ninguno) a algún tipo de castigo divino.
Por fin, el padre pide que abran el ataúd para comprobar que el tipo que mató a su hija está muerto, y vemos que no es otro que William Hinzman, el mismo actor que encarnó al primer zombie que sale en la peli original, repitiendo papel... eso sí, treinta años después...
No sé tanto sobre cirugía estética como para tener claro si a finales de los 90 ya existía el Botox, pero estoy bastante seguro de que ya había maquillaje y que, incluso una peli de estreno directo en DVD debería contar con un equipo de profesionales al cargo. Bien, pues parece que la opinión de Russo sobre esos detalles es que son de poca importancia, porque el pobre Hinzman pasa, de una escena a la siguiente, a tener tres décadas menos...
Si convertirte en zombie te rejuvenece así, medio Hoollywood se dejará morder. |
A la que Hinzman se levanta de la tumba y comienza a comer empanada de redneck, cortamos por fin con Bárbara y su hermano. Aquí el efecto es al revés que el de Hinzman. Por muy remasterizada que nos vendieran la cinta, el cambio de imagen entre las escenas nuevas y las viejas es bastante obvio. Supongo que los filtros de cámara y los efectos de montaje tampoco eran importantes para Russo. Había fechas que cumplir y cuánto más pasta se gastase en hacer la peli creíble, menos terminaría en su bolsillo.
A partir de aquí el metraje de Romero está casi íntegro y sin tocar (cosa que se agradece, pero también añade puntos al marcador de morro del que se presenta como nuevo guionista y director), salvo por algunas tomas de zombies añadidas aquí y allá.
Lo que acaba de matar la peli es el final. ya he comentado que el final de la original sigue siendo uno de los mejores y más duros de la historia del cine (y si queda alguien que no la haya visto, que considere lo siguiente un spoiler), con la muerte de Duane Jones quien, después de sobrevivir contra todo pronóstico a la noche, acaba siendo confundido por un zombie y muere de un disparo en la cabeza. En la versión del 30 aniversario, Russo interrumpe la mítica escena sin pudor alguno, para meter con calzador una entrevista que le están haciendo al reverendo Hicks en el cementerio y que es interrumpida por Hinzman, a quien ya parece habérsele pasado el efecto del lifting, que muerde al reverendo en la cara antes de ser abatido.
El broche de oro (o de mierda, en este caso) lo pone un epílogo situado un año después. El mundo parece perfectamente normal, con lo que se carga todo el universo postapocalíptico que Romero fue desarrollando en sus posteriores películas, y la misma entrevistadora de la escena anterior llega a un manicomio en el que se encuentra al reverendo Hicks, con una cicatriz en la cara pero sin signos visibles de infección.
El reverendo sigue soltando diatribas religiosas y atribuye del todo el origen de los zombies (eso que Romero nunca ha querido aclarar del todo) a un castigo divino del que sólo él ha sido elegido para salvarse (no será para darle un Oscar, la verdad, porque en esta escena consigue llevar su actuación a cotas todavía más horribles que antes).
En definitiva, La Noche de los Muertos Vivientes (Versión 30 Aniversario) es una peli de la que mantenerse lo más alejado posible, o para ver con un buen montón de cerveza en el cuerpo (más que nada por no llorar), si uno quiere descubrir cómo es posible convertir una peli de culto en una mierda con sólo 15 minutos de escenas añadidas.
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